La única forma de detener la máquina es
destruirla. En la guerra mundial actual, la disputa es entre el sistema y la
humanidad. Por eso la lucha anticapitalista es una lucha por la humanidad.
Quienes todavía pretenden “arreglar” o “salvar” al sistema, en realidad nos
proponen el suicidio masivo, global, como sacrificio póstumo al Poder. Pero en
el sistema no hay solución.
Y no bastan ni el horror, ni la condena, ni la
resignación, ni la esperanza en que ya pasó lo peor y las cosas no harán sino
mejorar. No. Lo cierto es que se va
poner peor. Por esas razones, más las que cada quien agregue de sus
particulares calendarios y geografías, es que hay que resistir, hay que
rebelarse, hay que decir “no”, hay que luchar, hay que organizarse. Por eso hay
que levantar el viento de abajo con resistencia y rebeldía, con organización.
Sólo así podremos sobrevivir.
Sólo así
será posible vivir. Y sólo entonces, como fue nuestra palabra hace 25 años,
podremos ver que… “Cuando amaine la tormenta, cuando la lluvia y fuego dejen en
paz otra vez la tierra, el mundo ya no será el mundo, sino algo mejor.”


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